lunes, 6 de abril de 2009

El perfil: Nina Persson



Un entrañable amigo -que entre otras muchas cualidades atesora la de ser un percusionista flamenco de cojones- utiliza una frase convertida ya en un clásico para denunciar sibilinamente que la música que escucho le parece una mierda: “Eres un popero”. Él, un hijo de Satán criado en el mundo grasiento -melenudo del heavy metal, que echó los dientes admirando a los Black Crowes y sufre espasmos casi eyaculatorios con cualquier DVD de los NIN, me atribuye tal característica por mi propensión a grupos del pelaje de Maga, Lori Meyers , Kaiser Chiefs, The Spinto Band o los Cramberries. Pero sobre todo, nuestro punto de desunión indiscutible es la figura del para mí gurú del indie “J“, al que no me atrevo a calificar tras esta coma por temor a no hacerle justicia. Sea como sea - y sea por lo que sea- él da por sentado que soy un gafa pasta en ciernes, que me quedan dos telediarios para llevar estúpidas camisetas retros con el bote del Cola-Cao y hacerme un corte de pelo al estilo de un gruppie de Los Bravos.
Yo, que dudo realmente que esto sea exactamente cierto -apostataría del pop si me negaran el privilegio de regocijarme con el “Hell Bells” de los AC/DC o el “Rock´n roll” de los Zeppelin, por poner dos ejemplos- busco, por mera curiosidad científica, alguna característica personal que me pudiese llevar a consagrar mi alma a este estilo, y siempre se me ocurre la misma: mi amor desmesurado por la voz de Nina Persson, la cantante de los Cardigans.
Y es que no lo puedo resistir. Odio esa historieta, esa corriente de opinión “hipertrendy” que nos intenta imponer como tono de voz sensual la afonía perenne de Nawja Nimri. Supongo que serán los mismos que intentan convencernos de que Bimba Bosé representa algún tipo de belleza femenina, pero tengo claro que yo no paso por su aro. Donde éste mi amiga Nina, que se vayan a la mierda las demás. ¿Cómo conjugar la rotundidad y el anhelo, una nasalidad casi insinuada con una agudeza femenina absolutamente armónica? Sólo ella lo sabe. He llegado a pensar que ni siquiera me gustan los Cardigans, que escucharía hasta un cántico catecumenal si lo cantase mi querubín sueco, pero estoy demasiado embobado con su voz como para hacer un juicio de valor atento sobre su misma música.

!Ah! Y que quede claro: esto es una relación meramente artística . Lo digo porque nunca medió entre nosotros interés alguno más allá del mío por escuchar con atención cualquier gorgorito que salga de su boca. Podría decirse que -afortunadamente- contradigo el estereotipo españolito-chusquero, y que las guiris rubitas ni fu ni fa, y teniendo en cuenta además que doy por sentado que habrá suecas infinitamente más dotadas que ella, y con menos cara de muñeca de porcelana, pues como que no me llena la muchacha. Pero oiga, ni falta que hace. Escuchen este cántico etéreo y deléitense. Canta Nina Persson.

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