miércoles, 29 de abril de 2009

La Galería: George Grosz








Si es cierto que el sufrimiento aviva la creación, si el terror alimenta a la fantasía, George Grosz no pudo encontrar lugar ni momento más propicio para nacer. En este alemán de la cosecha desafortunada de 1893 confluyeron además otros factores determinantes: su condición de activista político de izquierdas - lo que le llevó a pasar largas temporadas en la Rusia bolchevique- y la consiguiente persecución del gobierno nazi, que le obligó, paradojicamente, a instalar su residencia al otro lado del futuro "Telón de Acero", en los idealizados Estados Unidos de América.

¿Cómo podía ser entonces la pintura de Grosz? La propia de alguien atormentado por dos Guerras Mundiales, expulsado de su país y marcado, al fin, por el estigma del infortunio. Sumemósle además la influencia de las vanguardias de entreguerras -muy particularmente del cubismo y el dadaísmo-y obtendremos un cóctel con un sabor parecido al que puede dejarnos su pintura. Son sus obras extrañas alegorías asfixiantes, sobrecargadas, rellenas de un intenso rojo sangre, un símbolo expresionista de la época que le tocó vivir. Conviven en ella la muerte, el caos, el hombre deshumanizado, la sangre y el fuego.


Es, al fin, un testimonio desgarrado de la depravación del hombre, de la destrucción y del absurdo, de algo que, medio siglo después, seguimos reconociendo como propio cuando contemplamos angustiados su retrato del ayer pensado para el mañana.

jueves, 23 de abril de 2009

La Lupa: Días de libros y rosas.



La entrada de hoy es de obligado cumplimiento. En un día como el que nos ocupa, pero de 1616, fallecían el Inca Garcilaso de la Vega, William Shakespeare y Miguel de Cervantes. El primero de ellos -no confundir con el insigne poeta castellano- fue el primer representante del "criollismo literario" sudamericano. El segundo y el tercero, probablemente los nombres más gloriosos de la historia literaria universal.


La efémerides, por tanto, dicho pronto y mal, viene a huevo para celebrar la exaltación del Libro; tal cual, en mayúsculas y sin especificaciones. Hoy es el día en el que los telediarios conectan con una Rambla repleta de paseantes, de libros y de políticos escoltados buscando un hueco en la foto. Hoy, según la tradición de la catalana festividad de Sant Jordi, las mujeres deben ser agasajadas con rosas por parte de los hombres, correspondiéndoles a su vez con algún ejemplar. Hoy las librerías ven una oportunidad ineludible de hacer el Agosto y todo el mundo parece más culto, más lector, más interesado.


Sin embargo, el Día del Libro debería ser también un día de reflexión para todos los que de una forma u otra forman parte de una de las industrias globales más rentables y perdurables. ¿Qué se celebra exactamente hoy? ¿La incapacidad de los gobiernos por favorecer el acercamiento de la ciudadanía a la lectura? ¿El vergonzante porcentaje del 45,4 de la población española que se declara no lectora? ¿El último puesto que ocupa Andalucía en la clasificación estatal? ¿El reparto cortijero que los grandes "holdings" editoriales realizan con el mercado? ¿El amaño de los premios ad-hoc en favor de las campañas de marketing y demás tinglados no-literarios? ¿La apropación indebida del producto que realizan libreros, distribuidores y editores, dejando al autor un beneficio menor al 10%? ¿Los precios prohibitivos que impiden a la mayoría de la población acceder a un producto de calidad? ¿La imposibilidad de las editoriales minoritarias o alternativas de aspirar a los estantes de los puntos de venta de referencia?


En fin, mil y unas preguntas que nos alejan de la visión idílica que nos pretenden transmitir.
El 23 de Abril del 2009, eso sí, nos regala una estampa amable: la de la concesión a Juan Marsé del Premio Cervantes. Al menos, hoy ha subido al atril alguien que se hartó -pronto o tarde, lo mismo da- de la hipocresía de los premios y el mercado y tuvo el valor de decirlo.Hoy, al menos, hay algún motivo por el que alegrarse. Quedémosnos con eso y con la posibilidad de que alguna mano amiga nos dé un libro más que leer o una rosa más dejar abandonada cuando pase la resaca de este día florista y literario.




No hay mucho más.

martes, 21 de abril de 2009

La Lupa: A vueltas con el e-book.



La solución profiláctica vuelve al ataque. Renuncie a las sensaciones, apueste por el formato. Afiliáse a las nuevas formas de almacenaje. Cinco mil páginas en un sólo click. Todas estas máximas, todos estos lemas, son atribuibles a los defensores de la nueva ola tecnológica: la del Kindle, el nuevo soporte informático destinado al almacenaje y la reproducción de los denominados "e-books", o lo que es lo mismo, de los libros electrónicos descargables desde la red.

La apuesta, decidida, millonaria, contiene sin duda aspectos positivos. En primer lugar, la posibilidad de contar con un número ingente de ejemplares en un aparatejo poco más grande que la palma de una mano, algo que agradecer en la época de los muebles modulares y las viviendas ratoneras.





Éstas y otras cuestiones, como la accesibilidad o la comodidad de la descarga no parecen sin embargo argumentos suficientes para contrarrestar los inconvenientes. Imagínese un mundo de estantes vacíos, de imprentas cerradas, de bibliotecas a golpes de click, sin rodillos rezumando tinta, sin librerías, sin kioscos, sin el olor nuevo del libro escolar, sin el tacto rugoso de la celulosa vieja. Situése en la distopía futurista de las casas sin estanterías, sin la publicidad insistente del Círculo de Lectores, sin solapas, sin librerías de viejo, sin anotaciones al margen, sin vendedores de enciclopedias, sin libros que dejar prestado y no devolver nunca, sin libros que prestaste alguna vez y no te fueron nunca devueltos. Un nuevo Fahrenheit, un nuevo sueño macabro sería el protagonista de sus vidas.


Yo, a pesar de inventos innovadores, de avances irrenunciables y de iluminados del tipo del generalmente poco iluminado Stephen King, lo tengo claro. Pueden guardarse el cacharro. Véase la incoherencia de afirmar algo así valiéndose de un montón de teclas negras y de millones de bytes comunicando nuestras pantallas, pero entiéndanme. Prefiero seguir saliendo una tarde, perderme en el centro de cualquier ciudad y ver librerías abiertas, vivas, con millones de papeles para tocar, para oler, para enseñar, para ojear, para leer. Elijo las bibliotecas con ejemplares hasta el techo, voto por las escaleras para alcanzar un libro que hace años que nadie coge. Me declaro a favor de los bibliotecarios con gafas, de los libros que me quedé y de mis libros que se quedaron, de los viejos de las librerías de viejo, de los niños en bibliotecas de mesas de colores, de las anotaciones del margen; me adhiero a la literatura de vista, tacto y olfato.

Lo demás, sería como comer jamón en forma de espuma, sin mancharte los dedos. Una gilipollez innecesaria. Guárdense sus trastos. Me gusta limpiar el polvo de mis estanterias y preocuparme a la vez de dónde voy a colocar la siguiente adquisición rodeado de pilas de celulosa, de color, de tacto, de verdad.

Me gustan los libros.

El perfil: Horacio Quiroga (I)



A Horacio Quiroga la muerte le perseguía como una broma pesada. Allá donde fuera, como una sombra alargada y rotunda, el mismo destino fatal se proyectaba tras él, implacable. Para el escritor uruguayo -uno de los mejores cuentistas hispanoamericanos de siempre y un clarísimo antecesor de las glorias literarias del "Boom"- el tema principal de su obra venía predeterminado. Habló de la "larga noche" incubándola en insectos invisibles que se escondían en un "Almohadón de plumas"; narró la soledad del moribundNegritao en el trágico "A la deriva" ; retrató la locura de la sangre en "Los desterrados" y lo hizo con la sabiduría de quien conoció el filo cortante de la guadaña desde todas las personas gramaticales.




Su otra obsesión, la selva, dinamitó su vida hasta el punto de hacerle abandonar una posición social acomodada por empezar de cero en tierras agrestes, en aquellas amplitudes devoradoras -léase " La vorágine" de José Eustasio Rivera- y verdes. Allí encontró la musa ideal: callada, salvaje, misteriosa. Allí comenzó a escribir su obra más popular, los "Cuentos de la selva", y allí, como no podía ser de otra forma, conoció la tragedia de volver a sentir el drama de la pérdida cuando su mujer, Ana María, se envenenó en 1815. Por entonces atesoraba ya el uruguayo un penoso historial: el iniciado por la muerte prematura de su padre -ocurrida en su presencia cuando tan sólo contaba con tres años de edad- y continuado con el asesinato que el propio Horacio cometió cuando limpiaba el arma de su entrañable amigo Federico Ferrando, al que mató de un funesto tiro en la cara.




Volveremos a Quiroga. Y lo haremos desde el convencimiento de que es un autor imprescindible, pero también desde la curiosidad y el patetismo que despierta alguien que tras verse rodeado de tanta muerte, sólo encontró una salida: la del suicidio.
En el enlace, una narración oral de "El almohadón de plumas": http://www.youtube.com/watch?v=ZG_99_HUEO4

viernes, 17 de abril de 2009

La Lupa: Che, el argentino





¿Hagiografía? ¿Relato objetivo y certero? ¿Comercialidad disfrazada de compromiso? Miles de potenciales etiquetas que adjudicar a un producto conflictivo por definición, suceptible de interpretaciones erróneas por mor del fanatismo político; miles de peros que anteponer a una película que tal vez debería ser anunciada por una sola palabra: VALOR. Porque a Steven Sodebergh pueden achacársele muchas cosas -como su evidente irregularidad-, pero no se le puede negar que tenga arrojo.

Primero, por atreverse a competir en uno de sus trabajos anteriores con emergentes directores ajenos al planeta Hollywood -léanse Wong Kar Wai y Michangelo Antonioni en Eros (2004)-. Segundo, por reunir a la mayor pléyade de guapitos de cara jamás vista en una película de canallas seductores y conseguir dotar a la película de cierto contenido -como sucede en sus sucesivos Oceans-. Y tercero, como colofón final y por acabar con la enumeración, por atreverse con la biografía de dos seres con la complejidad de Kafka o del mismísimo Che Guevara. Que no es moco de pavo, oiga. Las apreciaciones sobre el primero sobran por ser harina de otro costal, pero sobre el segundo salto mortal con tirabuzón triple hay mucho que comentar.

En Che, el Argentino (2008), el bueno de Steve hace un envite de los que levantan al tendido: meter mano y claqueta al último mito de la historia en su versión guerrillera, algo que nadie se atrevió a hacer desde la versión setentera que protagonizó Omar Shariff. Los problemas, desde luego, resultan evidentes. Tomar distancia para evitar el panfletismo es un buen primer paso; completar una película que inmiscuye a su protagonista tanto en juicios sumarísimos como en momentos heróicos, no es sólo otro gran avance, sino la solución.
Porque el Che que resulta del metraje es una amalgama honesta de valor, fanatismo, inteligencia, violencia, humanidad y otras tantas virtudes y ruindades. De como llega a forjarse la convicción que lleva hasta Sierra Maestra a un acomodado doctor porteño ya nos habla Diarios de Motocicleta (Walter Selles, 2003), por lo que aquí interesa meterse en barrena y vestir al personaje con el color caqui de la batalla, con un fusil, una pipa y el valor de las ideas bulléndole en la cabeza. El Che de Benicio del Toro - o el Benicio del Toro del Che, dada la dificultad admirable de distinguir físicamente a actor y personaje- es ante todo eso, un idealista armado con palabra y rifle, el kit completo de la Revolución. Y en tiempos de tertulia política acomodada, de contertulios cobardes voz en grito en cualquier televisión, se agradece el recordatorio. Más que nada por comprobar si a alguno se le cae la cara de verguenza y saca algún jugo de la palabra COMPROMISO.
Así que tiene sentido reverenciar a medias a Soderbergh y vitorearle con el convecimiento de que esta vez ha dado en la tecla. Algo más de dos horas de diálogos elaborados y consecuentes, con la actuación de actores casi clónicos -interesante papel el de Demian Bechir como el sempiterno Castro-, una ambientación más que cuidada y muy poquitas ganas de caer en la mitomanía fácil. Y es que el mismo director reconoce que EL IDEAL de Guevara -así, en mayúsculas- le produce el mismo sentimiento que a un agnóstico la idea de Dios: falta de confianza. Y no por disenso, sino por creerlo imposible. Con razón o no, Soderbergh retrata lo que le interesa de verdad, el convencimiento del Che en lo que significa y quiere el Che, que no es poco.


En resumen: un intento válido y recomendable que baja al mito de los pósters y lo retribuye al mundo de las ideas y la verdad.

Agenda Cultural Cádiz 15/04- 30/04.


Conciertos:
-Gran Teatro Falla. Niña Pastori. Esperando verte. 25/04. 21:00
-Kursala. Aulario la Bomba. Lori Meyers en concierto. 30/04. 21:00
-Sala Woodstock. M-30 en concierto. 17/04. 22:30.
-Holiday. Remate y Paco Loco Trío en concierto. 17/04. 22:00.
Exposiciones:
-Castillo de Santa Catalina. Enrique Gran. Hasta 17/05.
-Kursala. Aulario La Bomba. Silence Cry. Luca Pagliari. 23/05 -05/06.
-Kursala. Aulario La Bomba. Mezquitas. Sebastián Cornejo. Hasta el 17/05.
-Museo de Cádiz. Como quien mueve la brasa y aspira a todo pulmón. MP & MP Rosado. Hasta el 05/07.
-Palacio Provincial. Cádiz, espacios naturales. Fotos de Juan Tébar. Hasta el 19/05.
-Sala Cajasol de Casa Pemán. I´m still alive. Mar García Ranedo. A partir del 20/04.
-Baluarte de Candelaria. Frívolo. Zoom, Loseta y Axel Void. Hasta el 26/04.
-El Teniente Seblón. Sensations. Juan Manuel Cabezas González.
-Diwan Bar. El sueño olvidado. Nicola Roccatagliata. Hasta el 08/05.
Teatro:
-Gran Teatro Falla. Mi hijo y yo. Jose M. Barrié (dirección) y María Fernández D´Ocon. 17/04. 21:00.
-Gran Teatro Falla. Zoo. Yllana Teatro. 18/04. 19:00.
-Gran Teatro Falla. Espacio. Teatro del Mentidero. 23/04. 21:00.

lunes, 13 de abril de 2009

La galería: Juan Francisco Casas





El fotorrealismo - como ya hiciera el hiperrealismo, su más directo antecesor- ataca directamente a la lógica de la evolución en la pintura, esa que lleva siglos empujando hacia lo diferencial, hacia la innovación, hacía la lejanía del primero de los impulsos del pintor: el retrato fiel de lo que le rodea, la mímesis detallada de la realidad.






Sin embargo, el fotorrealismo no parte del calco, sino de la personalidad del pintor. Los modelos, los motivos, los temas, aparecen tamizados por cierta individualidad, por cierto embrujo onírico, por un impresionismo más o menos disimulado. Quedan lejos ya las panorámicas de la Gran Vía madrileña o de los anodinos lavabos que dieran fama a maestros de la talla de Antonio López.


Hoy, su sucesor hispano, el andaluz Juan Francisco Casas, esboza con su boli bic escenas de rubias desenfadadas, jerseys de rayas y ciertos aires pop que conectan a su pintura con su tiempo, dibujando una espontánea realidad teñida de azul que no requiere de más colores para erigirse como una postal de juerga y alegría




El autor, un habitual de las galerías neoyorkinas u holandesas, de las críticas entusiastas, de las exposiciones imprescindibles, dibuja con su boli azul un sueño vestido de verdad, o una verdad vestida de sueño, un galimatías de realidades con el vínculo indiscutible de la exactitud.

El perfil: Andrea Corr



Continúo sección con una breve remembranza amorosa- mitómana sobre la cantante y emblema de unos de los grupos míticos del pop-folk (por llamarle algo) de los noventa. Sí, señores y señoritas: se trata de la pálida, frágil y enigmática Andrea Corr. Puestos a rememorar el origen de nuestro flechazo, habríamos de remontarnos a algún año difuso entre 1997 y 1999, es decir, a mi primera adolescencia, o, si lo prefieren, a mi primera etapa como particular melómano, con un gusto musical que seguramente haría vomitar al mísmísimo Don Omar. Hasta que me compré mi primera cinta de casette -el No need to argue de los Cranberries- con varios años de retraso y llevado por el simple impulso de la intuición, yo malvivía musicalmente a base de los 40 principales y de las funestas enseñanzas de mi hermana, respetable -aunque deleznablemente para mí- inclinada hacia cantautores diversos del pelaje de Alejandro Sanz y el flamenco churripuerco del estilo Rosario Flores. Así que entre semejante chapapote, no había nada más potable que Los Corr.

No recuerdo cuándo empecé a dejarme llevar por aquellos ojos de gata enferma y esa sonrisilla arrugada que se marcaba la buena de Andrea, pero sí que recuerdo -sin lugar a dudas- el primer póster femenino que ocupó lugar preferencial en mis aposentos. Como no podía ser de otra forma, mi musa irlandesa aparecía en tamaño casi natural -al parecer, la etiqueta metro y medio puede quedarle incluso grande- en un fondo blanco con un traje negro. Semejante prodigio de la fotografía no habría merecido un honor que sólo han disfrutado hasta la fecha ella, mi fetiche particular -la presentadora-modelo Eva González- y una Jessica Alba en pleno movimiento “tiralazo” en la peli de Sin City, de no haber sido porque Andrea, con perjuicio claro para mi insomnio adolescente, aparecía magníficamente retratada con una media sonrisa congelada, una postura a medio camino de la genuflexión y unas enormes plataformas negras absolutamente inolvidables. Así, en algún lugar indeterminado entre el erotismo y el patetismo, entre lo hortera y lo emo-core, hubo de quedárseme en la memoria la más pequeña -e indiscutiblemente mejor- de las hermanas Corr.

Lástima que después, como en las malas historias, hubo de llegar el desinterés, y ni volví a escuchar a los Corrs ni supe de la evolución anatómica-personal de mi otrora amor platónico. Con ocasión de la escritura de esta entrada, tiro de Google y compruebo dos cosas: cualquier tiempo pasado fue mejor y no siempre donde hubo fuego quedan rescoldos. Así que, aprovechando la ocasión para saludar al hermanísimo Jim Corr -el primer gilipollas que se hizo una estrella de la música en un grupo formado por sus tres hermanas-, os dejo algunas muestras del buen o mal hacer musical de nuestros compis irlandeses, al tiempo que borro la imagen de esta Andrea viejuna y sosa para rememorar aquella imagen fresca y misteriosa que adornara la pared de mis años núbiles.

martes, 7 de abril de 2009

La Lupa: Vals con Bashir





En 1982, el gobierno israelí realizó una incursión bélica en los territorios del sur del Líbano. ¿El objetivo? Los refugiados palestinos que allí se cobijaban tras haber abandonado las tierras de Gaza y Cisjordania.


Desde 1947, cinco conflictos militares habían dinamitado un proyecto de convivencia que nació ya débil y que casi cuarenta años después no dejaba de tambalearse. Los continuos incumplimientos por parte del gobierno hebreo de la resolución de la ONU que dibujaba un escenario idílico de convivencia y respeto territorial tras la creación de Israel, habían desatado la vorágine de la barbarie. Y ya nadie podría detenerla. La muerte de Bashir Gemayel, lider espiritual, político y militar de las denominadas "Falanges Cristianas Libanesas" (Dios, patria y familia) no alivió la situación de los exiliados palestinos, que se encontraban en el punto de mira de dos enemigos distintos pero ciertamente complementarios: las milicias judías y los paramilitares libaneses.




¿El cúlmen? Las matanzas de Sabra y Shatila, dos campos de refugiados sitos en Líbano. Allí, con la aquiescencia de Israel, los falangistas masacraron sin piedad a los palestinos, vengando así los ataques padecidos por los cristianos en la década de los 70 y la muerte de su líder y emblema.




Éste es el núcleo temático de "Vals con Bashir". ¿Hasta que punto puede olvidar un hombre su participación en la construcción del infierno? ¿Hasta que punto es culpable el cómplice? Poniendole rostros al horror (jóvenes judíos aterrorizados, rodeados de muertos; niños con lanzamisiles al hombro, infantiles rostros asomando entre los escombros), la película representa un intento de conjugar la humanidad y la locura, de presentar una realidad terrible que supera y desborda a sus propios -y no siempre voluntarios- artífices.





Lo verdaderamente interesante es la conjunción entre técnicas, estilos e influencias muy diversas. Con una crítica aguda deudora de grandes referencias del cine bélico -Jarhead, La chaqueta metálica y, sobre todo, Apocalypsis Now-, la propia estructura del film -entre la ficción y la verdad, entre el documental y la animación- simboliza la confusión del amnésico protagonista, que intenta reconstruir su pasado con la esperanza de que éste no se convierta en su tortura. Para ello visitará a antiguos compañeros de milicia, que dibujaran con su testimonio la verdadera cara de la masacre.




El punto final, Sabra y Shatila, los recuerdos arrinconados, las partes más terribles de la memoria, acecharán sin respiro haciéndole temer por su propia naturaleza de hombre. Construyendo el alegato antibélico más honrado y personal de los últimos años, Aris Folman presenta los trazos de la más terrible de las tragedias: las de la sinrazón y el odio. Imágenes coloreadas, colores construyendo imágenes, un recorrido de perfil indeterminado por la verguenza y la locura. Dos horas de metraje intenso que hacen correr a la conciencia como una manada de perros hambrientos.

lunes, 6 de abril de 2009

Blogs de Cádiz

Blogs de Cádiz

La Galería: Wes Wilson








Puesto a elegir cómo pasar a la historia , a Wes Wilson no se le ocurrió forma mejor de hacerlo que diseñando portadas de discos y pósters de multitudinarios conciertos, al tiempo que convertía a su fuente en el icono tipográfico de la psicodélica californiana, una elección que podría calificarse como algo más artística que la del El Mocito Feliz y un poco más saludable que la de Bon Scott, el difunto vomitofogo de los AC7DC.

En el convulso San Francisco de finales de los sesenta, con el gay-power a pleno rendimiento y el concejal Harvey Milk agitando la vida del barrio católico irlandés, el bueno de Wes ilustró todo aquello que se hiciera en el mítico Fillmore Auditorium, que no fue poco. Así, Muddy Waters, Quiksilver Messenger Service, The Charlatans u Otis Redding vieron sus nombres convertidos en difusas olas de ácido. Además del ámbito musical, su trabajo conoció mundos como el cinematográfico o el teatral, dejando un legado de obras como la rareza de Batman -particularmente significativa por ser uno de sus primeros trabajos para su mecenas, el productor Bill Graham- o el póster anunciador del Fantasma de la Ópera.


Wes Wilson, el hombre que escribía los hitos calendares del Rock´n roll en la melena de bellas ninfas, merece ser recordado por varios y muy valiosos motivos: por ser el estandarte pictórico de la psicodélica de los setenta, por esbozar como nadie las formas y el color de una locura bañada en LSD y, qué cojones, por iniciar una de las secciones más prometedoras de nuestro blog. Larga vida al mito.

El perfil: Nina Persson



Un entrañable amigo -que entre otras muchas cualidades atesora la de ser un percusionista flamenco de cojones- utiliza una frase convertida ya en un clásico para denunciar sibilinamente que la música que escucho le parece una mierda: “Eres un popero”. Él, un hijo de Satán criado en el mundo grasiento -melenudo del heavy metal, que echó los dientes admirando a los Black Crowes y sufre espasmos casi eyaculatorios con cualquier DVD de los NIN, me atribuye tal característica por mi propensión a grupos del pelaje de Maga, Lori Meyers , Kaiser Chiefs, The Spinto Band o los Cramberries. Pero sobre todo, nuestro punto de desunión indiscutible es la figura del para mí gurú del indie “J“, al que no me atrevo a calificar tras esta coma por temor a no hacerle justicia. Sea como sea - y sea por lo que sea- él da por sentado que soy un gafa pasta en ciernes, que me quedan dos telediarios para llevar estúpidas camisetas retros con el bote del Cola-Cao y hacerme un corte de pelo al estilo de un gruppie de Los Bravos.
Yo, que dudo realmente que esto sea exactamente cierto -apostataría del pop si me negaran el privilegio de regocijarme con el “Hell Bells” de los AC/DC o el “Rock´n roll” de los Zeppelin, por poner dos ejemplos- busco, por mera curiosidad científica, alguna característica personal que me pudiese llevar a consagrar mi alma a este estilo, y siempre se me ocurre la misma: mi amor desmesurado por la voz de Nina Persson, la cantante de los Cardigans.
Y es que no lo puedo resistir. Odio esa historieta, esa corriente de opinión “hipertrendy” que nos intenta imponer como tono de voz sensual la afonía perenne de Nawja Nimri. Supongo que serán los mismos que intentan convencernos de que Bimba Bosé representa algún tipo de belleza femenina, pero tengo claro que yo no paso por su aro. Donde éste mi amiga Nina, que se vayan a la mierda las demás. ¿Cómo conjugar la rotundidad y el anhelo, una nasalidad casi insinuada con una agudeza femenina absolutamente armónica? Sólo ella lo sabe. He llegado a pensar que ni siquiera me gustan los Cardigans, que escucharía hasta un cántico catecumenal si lo cantase mi querubín sueco, pero estoy demasiado embobado con su voz como para hacer un juicio de valor atento sobre su misma música.

!Ah! Y que quede claro: esto es una relación meramente artística . Lo digo porque nunca medió entre nosotros interés alguno más allá del mío por escuchar con atención cualquier gorgorito que salga de su boca. Podría decirse que -afortunadamente- contradigo el estereotipo españolito-chusquero, y que las guiris rubitas ni fu ni fa, y teniendo en cuenta además que doy por sentado que habrá suecas infinitamente más dotadas que ella, y con menos cara de muñeca de porcelana, pues como que no me llena la muchacha. Pero oiga, ni falta que hace. Escuchen este cántico etéreo y deléitense. Canta Nina Persson.

ABRIL 2009- Mes del Indie