martes, 30 de noviembre de 2010

Nautron respoc lorni vich: las lenguas imaginadas



El Instituto de lengua Klingston, sito en Pennsylvania (EE.UU), tiene un esclarecedor eslogan: " a battle of words". La institución, destinada a la enseñanza y el fomento de la lengua creada por el lingüista Marc Okrand para la saga Star Trek, tiene, en efecto, una difícil tarea: iniciar a sus 1.500 afiliados en el aprendizaje de una lengua sin parecido alguno con los idiomas vivos. Sus fuentes de inspiración son ,seguramente, un motivo de desánimo para sus estudiantes: las oraciones subordinadas del sánscrito, los pronombres del suajili, y algunas características de la lengua precolombina nahualht.




No es éste, sin embargo, el único ejemplo de creación de "lenguas ficticias" que acaban traspasando los límites de la obra para la que fueran creadas. Por notorio, cabe destacar el caso del élfico, que en sus dos variantes -el sindarín, basado en la sonoridad del galés, y el qenya, emparentado con el finés-, han creado toda una legión de admiradores dispuestos a hacerse pasar por moradores de la Tierra Media. El hermetismo propio de las lenguas que lo inspiraban ha dado como resultado un sistema verbal con una sonoridad casi desconocida y una estructura ciertamente difícil de aprender.


Pero hay más: como la neolengua, inventada por G.Orwell para su distopía 1984, caracteriza por éste como "la única lengua del mundo cuyo vocabulario se reduce cada año". En consonancia con el mundo represor y autoritario del Gran Hermano, las palabras se acortan, la expresión se limita. Como bien se dice en la obra "si algo no se puede decir, será más difícil que se piense o se defienda". Todo un resumen de una dialéctica filosófica que gracias a Aristóteles o Coseriu, ha venido torturando a generaciones enteras de filólogos...



Por escasa, hablemos de la lengua creada por Julio Verne para sus "20000 lenguas de viaje submarino". Un idioma del que sólo conocemos una frase, "Nautron respoc lorni vich", pronunciada por dos tripulantes a bordo del Nautilus. Por su sonoridad, citemos al nadsat, jerga que Anthony Burguess puso en boca de sus drugos (La Naranja Mecánica, 1962). Decimos jerga, porque el nadsat se limita a la invención de vocabulario, sin que medien estructuras sintáticas de ningún tipo. Sea como fuere, es conocido por su originalidad y también por su dificultad. Tanto que fue su propio creador quien afirmó que "asusta a los lectores... y con razón". El inglés clásico y el ruso no parecen una combinación demasiado asequible...


Pasando de puntillas por el aklo, que aparece en obras de Maclen y Lovecraft, llegamos, debilidades de quien suscribe mediantes, al gíglico, el lenguaje cortazariano que toma vida en el capítulo 68 de Rayuela. Entre noemas e hidromurias, La Maga y Horacio Oliveira encuentran un código que los aísla del mundo, y que sirve al autor para narrar una relación sexual bañada con neologismos. A través de enumeraciones breves y frases largas, Cortázar ralentiza o acelera el ritmo de la narración, creando un efecto lúbrico que da muchísimo pábulo a la imaginación.

Para muestra un botón: "Y sin embargo era sólo el principio, porque en un momento dado ella se tortulaba los hurgalios, consintiendo que el aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrostaba y los extrapuyaba".

Toda una trampa al lector, quien, como afirma Andrés Amorós, "se avergonzará, quizá, al comprobar cómo su imaginación ha recurrido a términos más gráficos que los empleados por el escritor". Efectivamente, que cada cual rellene los huecos.

Ficción y literatura, misterio e invención, lenguajes de nuevo cuño que hacen profundizar al lector/espectador en la historia y ayudan a encontrar nuevas lecturas. Quizá, porque como dijo Chaplin, "el verdadero significado de las palabras se encuentra al decir las mismas cosas de diferente manera".

Bruno Bozzetto: Una vita da cartone



En la década de los sesenta, mientras el mundo de la animación giraba en torno al recién fundado imperio de Hanna-Barbera, al tiempo que experimentaba con sus incursiones en el terreno musical (The Yellow Submarine, 1968) o disfrutaba del innegable liderazgo de Disney, el italiano Bruno Bozzetto (Milán, 1938) se servía de un medio aparentemente "inocente" para tratar temas que superaban en importancia a los romances principescos o las aventuras de superhéroes. Dos títulos (Vip, il mio fratello superuomo e Il signor Rossi) suponían el viraje definitivo de la animación europea hacia la sátira política, hacia una crítica inteligente que resultaba sútil y efectiva, pero nunca panfletaria.

Eran aquellos los años de las últimas tentativas utópicas, de las revoluciones socialistas, del desarrollo industrial y el auge del consumismo. En ese mundo contradictorio, empujado por dos corrientes antagónicas, Bozzetto dio vida al gris y anodino signor Rossi, una representación del italiano medio, de quien se enfrentaba por aquel entonces a una serie de cambios que conllevaban, en muchos casos, un aumento de sus problemas. La obra, considerada por muchos como su capolavoro, su mejor creación, marcó la vida de varias generaciones de italianos, y alcanzó los hogares españoles y alemanes. Con Vip, Bozzetto continuó esta línea, presentando la figura de un antihéroe que luchará contra el monopolio de la opinión y el poder de las alineantes empresas multinacionales. Todo ello empapado con dosis de humor y ternura, con los rasgos que caracterizaban a la matita genial del dibujante.


Años más tarde, sería Allegro non troppo (1977) otra de sus obras más celebradas. Un trabajo que lo alejaría de la sátira política y lo acercaría a la exploración de la condición humana. La obra, un film dividido en en seis episodios acompañados de famosas piezas de música clásica, pretendía ser una parodia de Fantasía (Disney, 1940), aunque en este caso la mirada se dirigiera a conceptos como la individualidad o la melancolía.


Últimamente volcado en la creación de animaciones en flash y la producción de series televisivas (La famiglia spaghetti, 2003), Bozzetto sigue tratando temas políticos, sociológicos y sentimentales con la lucidez que le caracteriza, mostrándonos aún hoy el juicio certero de quien demostró que tras la aparente inocencia, puede esconderse la mayor de las proclamas.




viernes, 12 de noviembre de 2010

MaClaim: El graffiti más allá de Banksy.






Antonio Gabarre, artista barcelonés encargado del novedoso proyecto de integración del graffiti que se viene llevando a cabo en Jerez de la Frontera, afirma que "el 10% de los jóvenes varones de las ciudades de más de 80.000 habitantes, pinta o ha pintado graffitis o realizado firmas". Hagan sus números.



Esta disciplina, surgida como fenómeno no artístico -pintadas protesta, declaraciones de amor, símbolos antibelicistas- vive hoy un auge espectacular, y parece destinada a integrarse en los museos como un vagabundo ignorado al que de repende se invita a cenar el día de Nochevieja. Los banquetes ya han empezado, y con el líder todopoderoso de este ¿movimiento? -el enigmático y anónimo Banksy- a la cabeza, centros de referencia como el Louvre, el British Museum o el MoMa han decidido hacerle un sitio en el selecto club del ARTE.


Así las cosas, los otrora despreciados artista callejeros son hoy la bandera de lo cool, y decenas de nombres comienzan a integrar las agendas de los mercaderes de lo contracultural. El brasileño Zezao o los norteamericanos TATSCRU son algunos de los integrantes de esa nómina.

Hoy, sin embargo, nos ocupamos de MaClaim, seguramente la mejor "crew" de grafiteros de toda Europa. Alemanes de Weimar, la ciudad de la república frustrada, su trabajo con el aerosol los ha situado en la cúspide del arte urbano desde que en 2001 dieran forma al grupo. Hiperrealistas, perfectamente compenetrados y absolutamente geniales, sus trabajos carecen de crítica política, lo que les diferencia ostensiblemente del gran referente mundial, pero comparten con la obra de Banksy el dominio de la perspectiva y la innovación en cuanto a los soportes. Para los interesados, un regalo: MaClaim Finest Photorealistic.
Que lo disfrutéis.
+INFO:

Muerte del poeta



Solía decir Carlos Edmundo de Ory que "del silencio viene todo". Cabría añadir que a él todos nos encaminamos, porque hasta su voz, rebelde e inconformista hasta el hartazgo, acabó por callar ayer en un pueblo perdido de Francia. Y es tanta la tragedia el pensar que no volverá a hablar, que sólo cabe consolarse con el recuerdo de lo que ya dijo. Que no fue poco.


Con su palabra constante, el poeta, el crítico, el ensayista, el genio, nos deja un legado inigualable. Obrero de la letra, aficionado a la vuelta de tuerca, fue innovador cuando ya se creía todo inventado. Principio y final de la vanguardia, este "postista" nunca satisfecho dio forma a ese "ismo que viene detrás de todos los ismos". Fue el ideólogo de un movimiento "post- revolucionario" que apostaba por la creación sin controles, por la poesía como juego, por el progreso y el paso adelante en forma de renglón y tinta. Por la brujería de la palabra. Pero además de ello fue un sonetista genial, un cuentista notable, el renovador del epigrama y un rebelde que se sublevó contra todos, incluso contra sí mismo.


Era Carlos Edmundo un individualista de masas, alguien que supo compartir con los demás su afortunada singularidad: "Soy otro porque soy otro cantar, fuera del coro de cualquier orfeón, músico de la vida soy solista".

Muere el poeta y llueven los homenajes, suplementos, panegíricos. Llegan las Fundaciones, las condolencias, pero permanece sobre todo su palabra, viva y presente en los ojos que le leen:


"Aquel que me oye y no ve mi cara


sintiéndome en sus carnes visceral


contempla mi experiencia musical


la poesía es silencio es boca ávara




Siempre busqué la oreja fina y rara


presta a escucharme de manera tal


que un nudo en la garganta le haga mal


al ser que mi alma abarca y acapara


En todos mis crujidos suenan pasos


de un hombre de madera misteriosa


como su misma voz del árbol mismo


Y la raíz de las palabras vasos


comunicantes de la misma cosa


la noche, el alma, el sueño y el abismo"

miércoles, 3 de noviembre de 2010

HBO: La nueva factoría de sueños.



En la era de la informática, cuando la pequeña pantalla pierde espectadores en favor de la sincronía, accesibilidad y flexibilidad de la red, un nuevo gigante televisivo ha surgido de las entrañas de ese gran monstruo global que son los EE.UU. Nacido en 1965 como canal eminentemente volcado en el deporte -fútbol americano y boxeo, principalmente-, la innovación ha estado desde entonces ligada al nombre de HBO. Entre sus logros figura el de ser la primera cadena en emitir por satélite, algo que en aquellos tiempos -1975- no dejaba de ser una utopía futurista, un nuevo gran paso para la humanidad. Innovadora también en la eliminación de publicidad -HBO se sostiene con los ingresos derivados de sus suscriptores-, esta libertad económica le ha permitido erigirse como símbolo de los transgresor, de lo atrevido, de una libertad de contenidos que no depende de la imagen corporativa de ningún mecenas comercial.




Hoy, HBO es conocida principalmente por ser la responsable de algunos de los mayores hitos dentro del mundo de las series televisivas. Entre los nombres fundamentales, algunos que son ya historia del cine, y que han conseguido el difícil logro de ser respaldados, al mismo tiempo, por un público entusiasta y una crítica subyugada a títulos como Los Soprano, The Wire, In treatmen (En terapia), Six Feet Under, True Blood, Roma, Carnivale, Entourage, Sexo en Nueva York o los eternos e inolvidables Fraggle Rock.





Y es que todo tiene cabida en el universo ecléctico de una cadena que es sinónimo de calidad en sus producciones. Mafiosos paradójicamente extrañables, maduras sexualmente insatisfechas, políticos corruptos, peligrosos narcotraficantes, terapeutas inestables, feriantes tullidos o vampiros que se alimentan de sangre embotellada, son algunos de los protagonistas que conforman el particular mundo de un emporio televisivo que emite en abierto en más de veinte países a través un número similar de canales, y que posee acuerdos con productoras cinematográficas del tipo de Warner Bros, Dreamworks o Twentieth Century Fox.


Justificadamente presuntuosa, la cadena se publicita con un esclarecedor eslogan: "No es televisión, es HBO".


Sea lo que sea, nos gusta.

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