En mayo de 1968, las turbas de estudiantes parisinos anunciaban solemnes que la playa estaba debajo de los adoquines. Era la metáfora indispensable de la utopía, de lo imposible, de que bajo la capa de la apariencia aguarda lo inesperado. Algo así sucede en el caso de la Fundación NMAC, un centro de arte instalado en un entorno insólito: una dehesa de usos múltiples (Montenmedio, Vejer), que lo mismo sirve para campo de golf que para club hípico. Allí, alejadas de los tradicionales "museos-contenedores", se encuentran algunas de las mejores obras contemporáneas que pueden visitarse en la provincia de Cádiz. Si no todas.
El proyecto de NMAC es una apuesta por la fusión entre arte y naturaleza, presentando a ambos elementos como partes de un todo inseparable. En sus propias palabras, "la obra se vuelve parte fundamental del paisaje permitiendo relacionarnos con la naturaleza al experimentarla de otra manera". Tras nueves años de trayectoria, la Fundación presenta un completo programa que incluye talleres formativos, servicios bibliográficos y una exposición permanente con obras de autores como Olafur Elliason -al que próximamente dedicaremos una entrada- o James Turrel. Todo ello en un entorno ajeno a estanterías brillantes, guardianes de sala y paredes blancas. El resultado es la demostración de que el arte es algo más que un sitio hermético repleto de silencio.
Bienvenida sea la utopía en mitad de la nada.
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