martes, 1 de junio de 2010

Crónicas del FILE




A falta de un recinto cerrado en condiciones, la Plaza de San Antonio fue de nuevo el escenario para el último evento gratuito de Cádiz, para la última oportunidad de congregar, en amor y compaña, a una concurrencia formada equitativamente por turistas despistados, pandillas de preadolescentes, señoras desocupadas y una inmensa minoría de espectadores verdaderamente interesados en lo que ocurría en el escenario. El cartel de la segunda edición del FILE (Festival Internacional por la Libertad de Expresión) suponía una apuesta por lo étnico, por la fusión, por estilos de música aparentemente alejados de los mantos de la radiofórmula. Un interesante giro con el que contrarrestar el protagonismo en la primera edición de los buclistas Jarabe de Palo, tan cómodamente instalados en su particular día de la marmota.


La apuesta, como decimos, fue interesante, pero en algunos casos el resultado dejó mucho que desear. En la primera jornada, la cosa se solventó con la presencia inmensa de Salif Keita, el genio de la improvisación, el nombre maldito -étnica y musicalmente- de África. Este genial albino desgranó en Cádiz sones casi caribeños, resonancias tribales y un gusto afiladísimo por las melodías hipnóticas y opacas. De lo demás, poco que comentar. Músicos de relleno, animados, cumplidores, pero definitivamente olvidables.




El plato fuerte, sin embargo, estaba previsto para el segundo día. Para entonces, como broche y cierre del festival, actuarían La Shica y ElBicho, o lo que es lo mismo, la noche y el día, el Eros y el Tanatos, el cutrerío y la genialidad. Todo en un mismo escenario. Porque si algo dejó La Shica en Cádiz, con su pretenciosidad de mujer maldita, su pose seudoaflamencada y su gitaneo cutre y de importación, fue la opinión generalizada de que dos más dos a veces no son cuatro, y que las sumas hechas mal y sinsentido acaban por restar.




Afortunadamente, como una especie de petición de perdón, la organización había reservado el último lugar en la parrilla de salida a Elbicho, uno de los grupos que más inteligentemente fusionan, o, quizá, uno de los pocos grupos que verdaderemente lo hacen. Lo que demostraron en san Antonio, en el que fue uno de sus últimos conciertos antes de un merecido descanso, fue un alarde de "savoir-faire", de hacer las cosas con cabeza, conocimiento y personalidad.

Con una libertad sin corchetes ni poses impostadas, el grupo desgranó un repertorio de sobra conocido, pero aderezado con ecos de Led Zeppelin, de música del Oeste y de todo lo que buenamente les pareció. Todo para culminar un concierto que justificó las penalidades anteriores, inclusive el mal sabor de boca que había dejado al personal la embajadora del seudoflamenco mesetario.

En resumen: los buenos fueron buenos, y los malos, como suele ocurrir, nefastos. En medio queda el éxito de público y la aportación a una escena musical que, con sus errores y aciertos, sigue enriqueciéndose. Algún día, divinidades mediantes, igual nos reunimos en un Palacio de los Deportes y dejamos dormir a los vecinos.
Habrá que esperar al 2112...

1 comentarios:

Isabel dijo...

plas , plas , plas ,plas. OLE

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