viernes, 4 de junio de 2010

Tribulaciones de La Maga


"¿Encontraría a La Maga?" En el París de las noches con sones de jazz, de los caminos inescrutables, de los escritores malditos y de los cónclaves del club de la serpiente, ese "hijo de puta encantador" que es Horacio Oliveira deambula por sus calles buscando a La Maga. Lo hace sin citas previas, tentando al azar, convencido de que un encuentro casual era "lo menos casual" de sus vidas, y que "la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo del dentífrico".


Y es que La Maga sólo sabe convivir con la libertad, y sólo se alimenta de ella. Alquimista de su vida, modela los momentos con su mirada infinita, con la mente abierta de quien sabe descubrir, más allá de este mundo, miles de mundos distintos; y tras el mínimo detalle, una infinita gama de matices. La Maga es bruja, libertaria, poeta, un poco demente, a veces insoportable. La Maga ama en gíglico, "esplumándose" y relamiendo "incopelusas". Es excéntrica, única, genial. Es el polo positivo que hace de imán para Oliveira.


En un París repleto de charcos, de corrientes de humo apareciendo tras las esquinas, en una casa caliente en la que suena Bessie Smith, La Maga acuna el pulso de sus manos mientras escribe a Rocamadour, a su "dientecito de ajo", a su "nariz de azúcar". Son los días de la Rayuela, de los saltos imposibles entre el cielo y la tierra, de la distancia abismal entre la realidad de ellos y los sueños de nosotros.


Mientras que en París sucede esto, yo asomo por la ventana de alguna casa de Tombe Issoire y observo con mis lentes de tinta. Mientras que Oliveira fuma y Gregorovius habla de su remota mamá, yo los escucho, y el calor de su habitación es el calor de la mía, y todo está bien, pero me falta La Maga.


Pienso entonces en lo bien que me viene tener este libro a mano para ser alguien más en el Club de la Serpiente, para infiltrarme en silencio en un mundo con tacto de celulosa que me pertenece, en un universo remoto donde me gustaría tener mi lugar. Y mientras eso pasa, y el calor se filtra entre las rendijas de mi persiana, le agradezco tanto a Julio...


Y de nuevo la pregunta, y volver a empezar: "¿Encontraría a La Maga"?


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