Imbuidos en una saludable desamortización de los bienes militares, en Cádiz tenemos la sana costumbre de convertir antiguas instalaciones de Defensa en rimbombantes equipamientos culturales. Este hábito tan nuestro, que se iniciara con la recuperación para la sociedad civil del edificio que alberga hoy la gaditana Facultad de Filosofía, ha provocado que en el día a día se repitan escenas tan curiosas como que en una cafetería universitaria coincidan, día sí y día también, activistas de la izquierda y militares con galones y bigotes recortados. O que nuestro aulario más popular se llame "La Bomba".
Y es que aquel antiguo frente militar del Parque Genovés es hoy el emblema de la cultura universitaria, con contrastes maravillosos como el del movimiento anti-Bolonia conviviendo en armonía con las oficinas de reclutamiento que se conservan aún en la zona. Sin embargo, el epicentro de todo, el culmen de nuestra recuperación cultural, es - o debiera ser- el Centro Cultural Reina Sofía. En esta ciudad tan repentinamente patriota y monárquica -lo mismo le ponemos una avenida al Rey que un Centro Cultural a la Reina-, no había ninguna imagen mejor para simbolizar nuestros contrastes, la esencia misma del gaditano, que conservar en el patio de este edificio una estatua del ex-dictador coprovinciano Primo de Rivera, al cual cabe atribuir el segundo éxodo más importante de intelectuales que conoció España en todo el s.XX. ¿Lógico,verdad? Bienvenidos a Cádiz.
El caso es que la espectacular finca que estaba destinada a convertirse en el símbolo del Cádiz cultural -completada con otras instalaciones cercanas, como ese Museo de Arte Contemporáneo todavía en proceso de construcción- ha acabado siendo, tres años después, una obra arquitectónicamente impecable pero absolutamente inútil. Y si dudan, acérquense a contemplar la bonita puerta forjada y cerrada a cal y canto que les dará la bienvenida al edificio. Consulten al amable seguridad que les atiende desde una especie de garita -será por aquello de la reminiscencia bélica-y descubran estupefactos que allí, además de una colección del ilustre escultor Vasallo Parodi -autor, por cierto, de la estatua de Gades- no hay nada que ver. Como mucho, pueden darse una vuelta a saludar a los eficientes trabajadores del FIT, que tienen allí sus oficinas. Y muy poco más. Lo mejor de todo es el servicio de guía -¿?¿?- que le permitirá conocer por dentro un edificio vacío y desaprovechado. ¿Guías para un edificio público que no alberga nada excepto una colección escultórica? ¿No sería mejor establecer el horario de visitas habitual y dotar al edificio de contenidos? ¿Es lógico tener que concertar telefónicamente una cita para poder visitarlo?
El resumen de esta triste historia es que una partida presupuestaria de uno delos Ayuntamientos más endeudado de España ha ido a parar a semejante estropicio de la planificación de equipamientos culturales. Pero aquí no pasa nada. Como no pasa en el caso de -agárrense los machos, que vienen curvas- la pérdida de un lienzo -¿?¿?¿?- de los gaditanos Costus, de la prometida y nunca realizada Ciudad de las Artes, del Museo del Carnaval nunca construído o del incumplimiento legal de "una biblioteca por cada veinte mil habitantes".
Esto es Cádiz y aquí hay que...aguantar.
Firmes. Arrr...
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