miércoles, 20 de mayo de 2009

La Galería: Costus


Como sucede y cabe esperar en los fenómenos pasados ciertamente rentables, los arribistas acaban imponiéndose a la historia en busca de los flashes y de las monedas. En el caso concreto de la llamada movida "madrileña", su bandera es enarbolada continuamente por "movidistas" oficiales del tipo de Mcnamara, Alaska o Almodóvar.Sin embargo, los márgenes de esta historia -como los de todas- están plagados de nombres apeados del tren de la memoria por no estar en el momento preciso o no acudir a según qué lugar. Entre esos nombres marginados, obviados, se erigen los de dos gaditanos ilustres y a la vez vergonzantemente desconocidos: Enrique Naya y Juan Carrero, vulgo Los/Las Costus. Su papel no fue otro que el de nexo de todas las movidas dispersas que iban surgiendo en el Madrid ochentero. De esta forma, el domicilio de estos dos gaditanos tremendamente personales, impúdicamente pasionales y libremente geniales se convirtió en el epicentro de un movimiento que, años después, se olvidó de reivindicarlos.




A través de su pintura "kitsch", los Costus banalizaron lo trascendental. Su pintura satírico-religiosa -con Alaska como Virgen- y político-burlesca -como su malentendida colección "El Valle de los Caídos" como emblema- resumen a la perfección todo el espíritu transgresor y costumbrista de dos autores que el tiempo parece estar situando en el lugar que les corresponde.


Lástima que en la ciudad de los desastres, lo correcto nunca puede estar completo, como demuestra el hecho de que tras la compra de las principales obras de Costus, uno de sus lienzos se haya "extraviado" sin que a fecha de hoy se haya dado ninguna explicación oficial. Cosas de Cádiz, supongo. Un lugar tan sumamente genial como para parir a quienes dieron sentido en Madrid a la verdadera movida; un desastre tan terrible como para permitir la pérdida del patrimonio civil sin que se tome ninguna medida. Luces y sombras. Lo de siempre.













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