Ayer, en Montevideo, en ese sur americano "que también existe", murió Mario Benedetti. Lo hizo como los grandes: sin estridencias, sin cortes de aduladores, sin retransmisiones en vivo. Benedetti muere y su verso vive, como sucede siempre en quienes inocularon en los hombres la verdad de la palabra y el sentimiento hecho poesía. El poeta, el humanista, el americano, el universal, nos deja. Lo hace en silencio y con una sonrisa en esos labios camuflados por el bigote tupido. Se va con el brillo en los ojos de quien miró al mundo hasta el final con la mirada del que lo ve por vez primera.
A Don Mario tengo que agradecerle muchas cosas. Miles de historias y secretos que vinieron de lejos, de la América remota y a la vez cercana. Con él conocí a los pitucos y sus paseos por la vereda; sufrí con los amores desconsolados y sin tregua y supe que la dignidad es el no rendirse jamás, por más que te ataque el capitán y tú seas simplemente Pedro. Es tanto lo que le tengo que agradecer, que no me atrevo a decirle nada.
Así estamos
consternados
rabiosos
claro que con el tiempo la plomiza
consternación
se nos irá pasando
la rabia quedará
se hará más limpia
estás muerto
estás vivo
estás cayendo
estás nube
estás lluvia
estás estrella
Donde estés
Si es que estás
si estás llegando
aprovecha por fin
a respirar tranquilo
a llenarte de cielo los pulmones
donde estés
si es que estás
si estás llegando
será una pena que no exista Dios
pero habrá otros
claro que habrá otros
dignos de recibirte
Gracias por el fuego, viejo.
2 comentarios:
Se ha ido alguien con el don de la palabra que pone significados al alma.
Un saludo.
"Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra"
Saludos
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