Solía decir Carlos Edmundo de Ory que "del silencio viene todo". Cabría añadir que a él todos nos encaminamos, porque hasta su voz, rebelde e inconformista hasta el hartazgo, acabó por callar ayer en un pueblo perdido de Francia. Y es tanta la tragedia el pensar que no volverá a hablar, que sólo cabe consolarse con el recuerdo de lo que ya dijo. Que no fue poco.
Con su palabra constante, el poeta, el crítico, el ensayista, el genio, nos deja un legado inigualable. Obrero de la letra, aficionado a la vuelta de tuerca, fue innovador cuando ya se creía todo inventado. Principio y final de la vanguardia, este "postista" nunca satisfecho dio forma a ese "ismo que viene detrás de todos los ismos". Fue el ideólogo de un movimiento "post- revolucionario" que apostaba por la creación sin controles, por la poesía como juego, por el progreso y el paso adelante en forma de renglón y tinta. Por la brujería de la palabra. Pero además de ello fue un sonetista genial, un cuentista notable, el renovador del epigrama y un rebelde que se sublevó contra todos, incluso contra sí mismo.
Era Carlos Edmundo un individualista de masas, alguien que supo compartir con los demás su afortunada singularidad: "Soy otro porque soy otro cantar, fuera del coro de cualquier orfeón, músico de la vida soy solista".
Muere el poeta y llueven los homenajes, suplementos, panegíricos. Llegan las Fundaciones, las condolencias, pero permanece sobre todo su palabra, viva y presente en los ojos que le leen:
"Aquel que me oye y no ve mi cara
sintiéndome en sus carnes visceral
contempla mi experiencia musical
la poesía es silencio es boca ávara
Siempre busqué la oreja fina y rara
presta a escucharme de manera tal
que un nudo en la garganta le haga mal
al ser que mi alma abarca y acapara
En todos mis crujidos suenan pasos
de un hombre de madera misteriosa
como su misma voz del árbol mismo
Y la raíz de las palabras vasos
comunicantes de la misma cosa
la noche, el alma, el sueño y el abismo"
1 comentarios:
¡Ese poeta!
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