Para Henri Cartier Bresson, el instante era aquel momento en el que se alineaban, en mágica comunión, "la cabeza, el ojo y el corazón". Durante toda su vida, la búsqueda de ese instante decisivo, de esa parte del presente que merece ser conservada, fue una obsesión constante. Nacido hace poco más de cien años (22/08/1908) y fallecido hace seis, su vida contiene visos de aventurero, de artista romántico que recorrie el mundo para acabar erigiéndose como uno de los mitos fundamentales de la fotografía. Desde que en 1932 adquiriera su cámara Leica, el devenir de Cartier-Bresson no fue otro que el de deambular buscando siempre nuevas respuestas, defendiendo el carpe diem de la belleza, el momento único que pude cambiar el mundo para siempre.
Por y para ello, escenarios como Andalucía, China, India o Estados Unidos fueron testigos de la búsqueda incesante de un hombre que supo comprometerse a través de la belleza. Un compromiso derivado, quizá, de su detención, durante treinta y cinco largos meses, a manos de los nazis. A su vuelta, y antes de exiliarse definitivamente en Estados Unidos, l´enfant magnifique de la fotografía mundial retrató la alegría de la liberación, el escenario feliz de un París post-bárbaro en el que, afortunadamente, sí volvió a crecer la hierba.
Con sus fotografías en blanco y negro, calmadas, eternas, en las casi puede leerse el silencio, Cartier Bresson dejó la herencia magnífica de la memoria, conservando nuestro pasado y alimentando nuestro futuro.
Y todo ello con la humilde simplicidad de quien siendo preguntando por sus hábitos diarios respondió:
"¿Qué cree que hago? Simplemente miro.
Por y para ello, escenarios como Andalucía, China, India o Estados Unidos fueron testigos de la búsqueda incesante de un hombre que supo comprometerse a través de la belleza. Un compromiso derivado, quizá, de su detención, durante treinta y cinco largos meses, a manos de los nazis. A su vuelta, y antes de exiliarse definitivamente en Estados Unidos, l´enfant magnifique de la fotografía mundial retrató la alegría de la liberación, el escenario feliz de un París post-bárbaro en el que, afortunadamente, sí volvió a crecer la hierba.
Con sus fotografías en blanco y negro, calmadas, eternas, en las casi puede leerse el silencio, Cartier Bresson dejó la herencia magnífica de la memoria, conservando nuestro pasado y alimentando nuestro futuro.
Y todo ello con la humilde simplicidad de quien siendo preguntando por sus hábitos diarios respondió:
"¿Qué cree que hago? Simplemente miro.
+INFO:
Fundación Cartier Bresson
Cartier Bresson en el MoMa
Exposición en Cádiz
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