martes, 10 de agosto de 2010

Teatro Satarino: Cyrano, Fulano y Mengano.


En el reflejo de la vida que es el teatro la verdad gusta de aparecer desnuda. Aquellos que la enmascaran con escenografías imposibles, efectos extraordinarios y cualquier otro maquillaje artificial, se ven delatados como contadores de historias que, para su desgracia, no tienen nada que contar. Es por ello que antes de hacer cualquier otra valoración, conviene destacar la apariencia franca con la que se presentan sobre las tablas los integrantes de Teatro Satarino, compañía gaditana conocida -y reconocida- por montajes como La Gran Final o El nombre de la cosa. Ellos, como decimos, huyen de la artificiosidad barata apostando por impresionar al público con el mejor de los ardides: la abudancia de argumentos y la calidad de un texto tocado por la varita de la genialidad.
En Cyrano, representada en el Colegio San José de San Fernando, la "poquedad" escénica es una cualidad más que elogiable; ya sea por todo lo que esconde de sinceridad o por el aprovechamiento genial que la compañía hace de su escenario.


Y es que Cyrano, basada en la película dirigida por Rappeneau y protagonizada por Gerard Depardieu, es una obra para disfrutar con los oídos, deleitándose con el verbo afilado y puntiguado que toca al espectador como un florín afilado, venga éste en forma de impecable balada o de guasa inteligente.
Cabe también servirse de los ojos, para contemplar ese baile de identidades en el que los personajes caen como fichas de un tablero, brillando los actores como teclas coloridas y circulando entre las bambalinas y las tablas el ir y venir de la genialidad, alegre e hipnotizante como un molinillo.
O quizá darle también trabajo al paladar para degustar un teatro impregnado del sabor del sainete y la chuflilla, del magisterio antiguo de quienes entienden el humor como prolongación natural de las neuronas, como arma definitiva para dar trasfondo y hondura a lo que sucede en escena.

Con tales argumentos, aderezándolos con una declamación casi perfecta y la genialidad de sus improvisaciones, Teatro Satarino desgrana las andanzas del infeliz Cyrano, poeta genial, caballero malencarado y víctima de esas apariencias que tanto engañan, aunque en el caso de Satarino, éstas fueran francas. Todas las cualidades conocidas de la compañía y todos las buenas referencias sobre ésta se vieron confirmadas en una representación que dejó al público la sensación del "querer más", y a quien suscribe, muchas ganas de seguir los pasos de un grupo de teatro heredero de la cosmogonía de su tierra y dotado, como el cadete gascón, con el don de darle brillo a la palabra.

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