viernes, 21 de enero de 2011

It´s beatiful, it´s love.



Como todos lo hemos vivido, no hace falta explicarlo demasiado. Sujeto 1 conoce a sujeto 2, y toda una inesperada serie de reacciones químicas comienzan a ocurrir sin explicación aparente. Inhalación de feromonas, atracción irremediable a través de las traicioneras monoaminas, apego y estabilidad a través de la oxitonina o las endorfinas y, finalmente, una mezcla letal de melatonina y dopamina, o lo que viene a ser lo mismo, el ánimo por los suelos, la lástima interminable y el mundo hecho una mierda.

De esto, el tema más manido de la historia, es de lo que se propusieron hablar los mallorquines Sexy Sadie en It´s beatiful, it´s love (1998). Originalidad temática no, pero ¿atrevimiento? A raudales. Y es que cuando la banda se adentró en el estudio con el objetivo de crear catorce temas que desgranaran cada uno de los episodios cronológicos de eso que viene llamándose amor, la situación no era nada fácil.
Aunque desde su debut en 1994 con Draining your braing, el grupo era más que reconocido en la escena indie española -gracias a temas como In the water-, había llegado la hora de la confirmación. Y no era el mejor momento. Principalmente porque la banda había quedado mermada tras la baja de uno de sus componentes, y el tradicional cuarteto se había quedado en un trío que se enfrentaba al mayor reto de su carrera sin saber qué cojones iba a salir de aquello. Pero lo hicieron bien. Tanto, que acabaron por crear uno de los discos míticos de las escena independiente española.


Todo comienza con I´m the brain, un tratado guitarrero y con querencias rockeras a favor de la estabilidad mental que producen la independencia y la soledad bien entendida y bien llevada. Sin embargo, la felicidad nunca es completa, y las dichosas feromonas producen la aparición de un personaje inesperado que transforma ya para siempre las cosas. A brand new world significa la aceptación del desconcierto y la bobalicona dependencia de otro. Algo así como el salto a un precipicio en el que probablemente sólo te espere el vacío.


Pero eso importa poco cuando todo marcha bien (You know that´s the way i like it o Needle Chill), y todos los síntomas hablan de un subidón de romanticismo que desemboca en la cumbre que marcan Stay Behind Me o Days of love, muy probablemente el single más perdurable del disco: un arsenal de distorsiones alegres y melodías efectistas que desembocan en el estribillo cursílón que este tipo de canción necesita.

La calma necesaria en mitad de esta tempestad química viene marcada por Satellites, un tema para el que Sexy Sadie contó con la inestimable colaboración de Andrea Peraíta, antigua vocalista de Sunflowers y actualmente centro neurálgico de los no menos recomendables Sterlin. El tema anticipa todo un vaivén de satisfacción, tristeza y nostalgia por un pasado mejor: May, Join us, Sweet life y la melancólica My bike ("Don´t let me think you´re like someone else").

Y llegamos al final. No podía ser de otra forma. Sin embargo, ya que estamos, ¿por qué no marcharnos con una sonrisa? Para huir de patetismos, nada mejor que "agradecimientos" varios a quien ya es pasado y una pléyade de angélicales niños en los coros. Bye, bye. Hasta aquí hemos llegado, colega.


It´s love but...¿it´s beatiful? Se admiten opiniones...


domingo, 16 de enero de 2011

Rock español: poesía e imagen.


No parece casualidad. Situada en los márgenes de la historia de unas cuantas generaciones literarias y siempre a la búsqueda de temáticas "extracanónicas", es cuanto menos logico que sea precisamente la revista malagueña "Litoral" la encargada de editar uno de los compendios más eruditos y eclécticos acerca del nacimiento, la genésis y las características del rock en castellano.


La publicación, nacida hace más de ochenta años por iniciativa de Emilio Prados y Manuel Altolaguirre -dos de los escritores fundamentales, y más frecuentemente olvidados, de la generación del 27-, nos "regala" en este número monográfico más de 350 páginas dedicadas a la particular historia de los yeyé, los punks, los mods, los indies y toda esa fauna "patria" extrañamente congregada en torno a una etiqueta común. Y lo hace a través de una nómina de firmantes que merece mención aparte.


Vean. El roteño Felipe Bénitez Reyes a propósito de los "infaltables" Sabina y Miguel Ríos; Luis Alberto de Cuenca acerca de la cómplice relación que encuentran en su cabeza los riffs de guitarra y los versos libres; Antonio Luque (vulgo Sr. Chinarro) en plan nostálgico y si me apuran innecesariamente memorialístico; José Ignacio Lapido al quite de la eterna y desigual pelea con el folio en blanco, y sobresaliendo por encima de todos, un magistral Santiago Auserón, que firma todo un tratado acerca de la conflictiva relación entre el verso y la música. De fondo, todo lo acontecido entre Los Sírex y esa extraña y personalmente poco apreciada tendencia "western" que ha encumbrando, por ejemplo, a los sevillanos Pony Bravo. Una trayecto singular, sin duda.

Es ésta una historia que comienza con los conciertos matutinos en el madrileño Circo Price y que encuentra pronto muchísimas y afortunadas variantes. El rock progresivo catalán -Pau Riba y Sisa-; el rock andaluz; las crónicas de extrarradio de Burning y Leño -versión mesetaria- o La Banda Trapera del Río -en las lindes entre Cornellá y Barcelona-; el rock radical vasco, el histrionismo ochentero de Glutamato Ye-Ye y Mcnamara, todo el arco indie desde Australian Blonde a Vetusta Morla o el canalleo punkarra de Lendakaris Muertos o Def Kon Dos.

Por si esto les pareciera poco, hay tiempo también para detenerse en el nacimiento del insondable Omega o entablar interesantes debates entre los partidarios de la supremacía del inglés (con sus afortunados monosílabos) o los defensores del castellano (con todo su arsenal de palabras llanas). Y para rematar, un respaso a la utilización de la imagen en el rock estatal -con fotografías de Ouka Leele o esbozos del mismísimo Picasso- y una amplísima colección de letras que oscilan entre el "me he clavado un imperdible" de Leño y la edulcorada melancolía de Deluxe.
Cuarenta años de literatura y melodías al servicio de esos hijos del rock´n roll que serán por siempre bienvenidos.


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miércoles, 12 de enero de 2011

Enric González: Historias de cualquier parte.



Durante dos décadas, Enric González ha sido la voz de el diario El País -y los ojos de sus lectores- en lugares tan dispares como Irak, Roma, Nueva York o Jerusalem. Ante él han desfilado la barbarie de la guerra, los desmanes de los políticos corruptos, la vida caótica en las "capitales del mundo" y el día a día en un lugar cualquiera, esperando que suene el teléfono con la indicación de un destino distinto, de un nuevo lugar al que ir, ver y contar. Puro periodismo.

El resultado narrativo de esa acumulación ingente de vivencias han sido un puñado de libros pequeños, asequibles y tremendamente nostálgicos, con el denominador común de un nombre que definiría al titulador más vago del mundo. En sus "Historias de...", Enric González nos habla de política, de fútbol, de urbanismo y de lo divino y lo humano con la cotidianeidad de quien vivió sin intermediarios aquello que nos cuenta.

Mitad crónica, mitad autobiografía, en estos pequeños libros podemos encontrar historias tan dispares como la de Attilio Romero, un joven -y fatal- aficionado del Torino que atropelló, asesinándolo, a Gigi Meroni, la estrella de su equipo, en el momento culmen de su carrera. Y que volvería a escena muchos años después, para presidir el club, conocer el triunfo y llevarlo finalmente a la quiebra. O nos hablará de las cervezas que pueden encontrarse en un pub cualquiera de Londres, : lager, ales, strong lager, bitter. O de la ineficacia del servicio postal italiano, o de la nefasta sanidad británica, o del intento de asalto del fascista Oswald Mosley a un símbolo del lumpenproletariado -el londinense East End- en 1936, con el resultado de 100.000 manifestantes en la contraofensiva ciudadana y la retirada de tres mil "camisas negras", huyendo despavoridos entre las proclamas del lema "They shall not pass!".

Corresponsal y columnista genial, la libertad expresiva de González y su compromiso con la sinceridad acabaron por jugarle una mala pasada. Ocurrió en 2009, cuando una de sus columnas -ésta concretamente- fue censurada por la dirección de SU periódico. En tiempos de recortes salariales, no resultaba rentable mencionar la descontrolada paranoia bursátil de los propietarios. Ya se sabe: escriba y calle.

Pero como la estupidez no siempre es recompensada, parece que en este caso no ganó tanto el verdugo como el ajusticiado. Porque cuando la directiva del periódico de PRISA envió a González a la corresponsalía de la ciudad israelita -puesto que ocupa actualmente-, no sólo perdió a un columnista genial, sino que provocó la aparición de uno de los blogs más lúcidos acerca del conflicto de Oriente Medio. Tras él, como siempre, la mirada limpia, intencionadamente objetiva y certera de quien, acerca de lo fácil que resulta incubar la estupidez, escribió:

"Cuando, para nosotros, los buenos sean siempre los mismos y lo hagan siempre bien, y los malos sean siempre lo mismos y lo hagan siempre mal; cuando nos moleste la duda; cuando seamos incapaces de percibir nuestra propia ignorancia; cuando nuestro mecanismo mental se limite a conjugar el "yo", el "nosotros" y el "ellos", lo habremos conseguido. Basta con ponerse a ello. Vocación no nos falta"




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El ejemplo del Koala

Lecturalia

lunes, 10 de enero de 2011

Todo me habla de ti



El punto de partida es sencillo. Como después de la tormenta siempre llega la calma, tras el fin de una convivencia permanecen los vestigios. Más allá de las imprecaciones o la tristeza, quedan los recuerdos; muchos de ellos vinculados a objetos que inevitablemente hablan de nosotros y nos llevan a un lugar cualquiera del pasado, donde éramos más felices o simplemente éramos otros. No piensen en flores ni anillos de compromiso; estos objetos no han de ser necesariamente "poéticos". De hecho, es muy probable que aquello que mejor nos define sean las pequeñas cosas cotidianas, el enjambre material que nos rodea sin que le prestemos demasiada atención. De cara a reconstruir una historia, nuestra historia, son, sin duda, un punto de partida inmejorable.

De esta hipótesis parte la canadiense Leanne Shapton, ilustradora, diseñadora gráfica, directora de arte del National Post, colaboradora del New York Times y novelista. Ahí es nada. En "Artefactos Importantes" (Duomo Ediciones, 2010), la susodicha ha engalonado su ya inmejorable currículum con un nuevo logro: la creación de una forma de narración novedosa, eminemente gráfica y particularmente sugerente.


Todo ello para contarnos la historia -o el final de ella- de Hal y Lenor, una pareja recién separada a la que nunca escucharemos hablar, de quienes no conoceremos sus visiones diametralmente opuestas ni soportaremos sus quejas o sus rencores. Nuestro conocimiento se basará en el hecho de reconstruir quiénes son y qué pasó con ellos a través de los objetos con los que construyeron su vida en común.

Bajo la forma de un catálogo de subastas, Shapton presentará gráficamente fotografías de la pareja, notas manuscritas, barras de labios o saleros; todo lo necesario para entender los gustos culinarios de Hal, las preferencias estéticas de Lenor, las claves sexuales de ambos, sus afinidades y desacuerdos, el amor bobo e hipnótico, la complicidad, el hartazgo y finalmente el desastre. Si es que alguna de estas cosas pueden llegar a comprenderse...

Sea como fuere, Artefactos Importantes supone una puerta abierta a un nuevo concepto narrativo, una aproximación casi perfecta a la posibilidad de contar una historia casi sin palabras, a la imbricación definitiva entre la novela y la fotografía. Tan interesante resulta, que comienzan a oírse los cantos de sirena de Hollywood, y la adaptación cinematográfica -Natalie Portman y Brad Pitt al mando- está ya en camino.

Antes de que eso llegue, asómense a las páginas del libro. Podrán entender cómo se cuenta una historia a través de un cenicero, y redescubrir al mismo tiempo, para su suerte o desgracia, la estrechísima relación que existe entre el más simple de los objetos y el más triste o feliz de nuestros recuerdos.


jueves, 6 de enero de 2011

This is Rocksteady!



Hijo del ska, precursor del reggae, el origen del rocksteady (¿posible pareado?) está revestido de leyenda. Cuentan las crónicas que el verano de 1966 se presentó en Jamaica envuelto en una ola de calor inaguantable, lo que afectó considerablemente a la modorra general y al rendimiento de los músicos que poblaban los escenarios de Kingston. Algunos de ellos, habituados al ritmo frenético del ska, no pudieron adaptarse a las circunstancias y ralentizaron sus canciones de cara a las actuaciones en directo. Ante su sorpresa, el éxito fue inmediato, y la lentitud que imprimían a sus temas dio lugar a una especie de sonido "soul" tamizado por la musicalidad jamaicana. Era el rocksteady.

Pronto, el nuevo estilo fue adquiriendo sus peculiaridades. A saber: grupos de tres o cuatro solistas de voces melodiosas, protagonismo del bajo eléctrico, golpes en el tercer tiempo de cada compás ("one drop") y ritmos lentos y constantes. Dadas las circunstancias -Jamaica había conseguido su independencia en 1962-, la temática de sus letras lo diferenció ostensiblemente de su precursor. Hecha la revolución, conseguido el objetivo, la política dejó de ser prioritaria, y la exaltación patriótica y/o racial dio paso a temas más "mundanos": la inquietud sentimental de los chicos jamaicanos o la problemática de una nueva generación de jóvenes (los rude boys) inadaptados a la nueva realidad que les ofrecía el país. Ellos, un auténtico lugar común de la música jamaicana y de las tribus urbanas derivadas de ellas, se caracterizaban por su afición a atracar comercios y turistas y fumar "ganja"

Fue en este contexto en el que se auparon al estrellato nombres como los Jamaicans, The Silvertones y, sobre todo, Alton Ellis, uno de esos tipos -como Weller y tantos otros- capaces de resumir en sí mismos la estética y el simbolismo de todo un movimiento musical. Tal fue la identificación, que al declive del género -aniquilado por el empuje de la cultura rastafari- estuvo unido el del cantante, que dedicó los últimos treinta años de su vida a la gestión de la tienda de discos que regentaba en Londres. Injusto final para uno de los grandes "frontmen" jamaicanos.

Como, mal que le pese a Teddy Bautista -jefe, no jodamos-, la comparación entre la industria discográfica española y la foránea no ha, afortunadamente, lugar, Trojan Records ha recopilado en tres CD´s lo más granado del género debidamente remasterizado, reeditado y recontextualizado. Y todo por 16$ -lo que viene costando en España lo último de Dani Martín- o un rato de búsqueda en la red no demasiado esforzado.


lunes, 3 de enero de 2011

Glazz: De la playita a la ciudad





Fanzines I: La escuela moderna.



El primer número de La Escuela Moderna, editado en Barcelona en 2004, es una amalgama de artículos ciertamente singular. Con una nómina de colaboradores encabezada por el escritor, articulista, crítico y paradigma del movimiento "Mod" Kiko Amat, en las páginas de este número inaugural podemos encontrar manifiestos pro-anarquistas, detallados artículos musicales sobre Northern Soul o Jazz, reseñas sobre pensadores antipacifistas como Günter Anders -"la esperanza es la renuncia de la acción"-, un recorrido por la genésis y el desarrollo de diferentes grupos armados del siglo veinte, continuas referencias a obras artísticas de todo tipo, una prolija lista de nombres admirables ( "Del nostre costat"), un tratado sobre el "situacionismo" filosófico o una guía de bares barceloneses "a los que un burgués nunca te llevará". ¿Político? Por supuesto. ¿Interesante? Creánme que también. En sí mismo, este fanzine suponía un resumen perfecto de lo que es -o debiera ser- la literatura ensayística -perdonen el odioso término- "underground": rechazo de las formas creativas, refrito de la realidad, imbricación de ideas, toques subversivos, alusión a referencias minoritarias, espacios de reflexión, puentes.


Enmarcado dentro del movimiento autodenominado "anarco-mod", La Escuela Moderna fue devorada por sus mismas contradicciones, en tanto que uno de sus creadores tardó cuatro números en ser denunciado epistolarmente por sus lectores, indignados por haber sido éste el DJ de determinadas fiestas en cierto hotel barcelonés al que dificílmente tendría acceso un proletario cualquiera.

Como quien suscribe se aleja de la mitomanía e intenta -muchas veces sin éxito- separar al escritor de lo que escribe, el hecho me resulta más lamentable que denunciable. Sobre todo porque historias como ésta empañaron la trayectoria de un fanzine ocupado en temas de escasa difusión, empeñado en dinamizar espacios de la vida cultural barcelonesa, adornado con una maquetación sencillamente impresionante y que, sobre todo, cuenta entre sus méritos el haber dado voz al ya nombrado Kiko Amat, novelista interesante y crítico insuperable. Sólo por eso, y por algunos artículos memorables - "El marquetin y la madre que lo parió" o "Punks vs Hippies", p.ej.- merece la pena asomarse a sus páginas. Los interesados tienen oportunidad de hacerlo en el blog del mismo nombre, donde aún pueden descargarse los cinco números del fanzine.


Bienvenidos a La Escuela Moderna.

Guy Delisle: Retratos de lo absurdo.



En tiempos de confrontaciones fronterizas, Corea del Norte vuelve a estar de actualidad. Y desde luego sobran los motivos. Último reducto del malentendido comunismo sostenido por el militarismo y la imposición ("toda revolución deja de serlo cuando se convierte en el sistema") el país, que representó tras su independencia un paradigma de bienestar y pujanza económica para todo el área asiática, vive actualmente en condiciones de represión y pobreza ciertamente inaguantables. Con un PIB per cápita alrededor de los 1.500 euros anuales y un gasto militar cercano al 90% del presupuesto estatal, los norcoreanos viven entre la miseria y el miedo a que un buen día comiencen a llover bombas sobre el tejado de su casa.

Si usted fuera escritor, y tuviera oportunidad de denunciarlo, tal vez debería hacerlo. Y si dibujara, tres cuartas partes de lo mismo. Eso mismo pensó Guy Deslile (Quebec, 1966) la primera vez que puso un pie en Pyongiang. Y lo hizo. Con una mezcla de compasión, resignación e ironía, el dibujante nos cuenta historias como las de la extraordinaria Exposición de Amistad Internacional, seguramente el mayor monumento a la egolatría que pudiera imaginarse.

Les cuento: dos gigantescos búnkeres excavados en una montaña repletos de regalos personales -cientos de miles, quizá millones- que políticos y empresarios internacionales donaron para mayor gloria y reconocimiento de Kim Jong Il, ese siniestro personaje al que se atribuye en la historia oficial norcoreana un origen mítico (la leyenda habla de su nacimiento en brazos de un arco iris); ese mismo individuo sumamente popular por su notable mala leche y su abnegada querencia por cualquier aparatito que haga !pum!

Y éstos son solo algunos botones que nos sirven como muestra. Con semejante material, parece factible poder crear una historia atractiva, a ratos paródica, por lo general "melodramática". Porque aunque resulte obvio, la mirada de Deslile no se centra en las locuras maniáticas de un dictador cualquiera, sino en la vida perdida de 24 millones de personas continuamente amenazadas desde dentro y desde fuera, con escasas posibilidades de escapatoria y muchas de desperdiciar su vida en mitad de una confrotación entre sistemas, entre formas de represión que los condenan a vivir con muchísima pena y ninguna perspectiva de gloria.
Esta crónica de lo absurdo, realizada sin aparente pretensión ideológica,tiene su continuación en Shezen y Crónicas Birmanas, donde vuelven a repetirse el extrañamiento y la denuncia ante la imposición. Algo a lo que nadie, inclinaciones políticas aparte, debería permanecer indiferente.

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