miércoles, 30 de junio de 2010

El perfil: Miguel Brieva

En Bienvenido al mundo (Enciclopedia Universal Clismón), el dibujante sevillano Miguel Brieva define con sarcásticas palabras y retorcidos dibujos su aguda visión de la realidad. La obra, un compendio de viñetas, citas literarias, relatos breves y poemas, supone un resumen aproximado de la cosmogonía de unos de los viñetistas más ideológica y profesionalmente comprometidos del panorama editorial español. Con sus definiciones punzantes, Brieva va dando forma a su visión del mundo, ya conocida por quienes se asomaron a su conocida revista Dinero o a las viñetas que engalanan las páginas de publicaciones como Rolling Stone o El Jueves.

Asociado siempre con las editoriales independientes, Brieva pone en práctica aquello que promulga, por lo que cabe imponerle la insignia de la coherencia. Matrimonios falsarios, empresarios corruptos, cerebros anquilosados, capitalistas feroces y ciudadanos pasivos son algunos de los objetivos predilectos del sevillano, silencioso agitador de conciencias dormidas. A través de los productos de la "irrealmente real" multinacional Clismón -una "huxleyana" recreación del ideario capitalista- asistimos a un repaso de un pasado de barro, un presente de lodo y un futuro que no pinta mucho mejor.

Si tras la lectura de sus obras la conciencia no te abronca a gritos, no te preocupes, siempre quedarán, cercanos y útiles, ellos (Brieva dixit): "los culpables de todo. Nosotros no fuimos los que empezamos".

Feliz irrealidad.

sábado, 19 de junio de 2010

Muerte de un hombre sabio.


Por más que lo inventara su pluma, la muerte nunca es intermitente. Cainita, constante y desconsiderada, ayer rasgó con su guadaña la vida de José Saramago, dejándonos a todos un poco más huérfanos de palabras.

Xosé, el niño de Azinhaga que llegó a Premio Nobel, el intelectual coherente y comprometido, el administrativo, el comunista, el traductor, el poeta, nos deja; y ya sólo podremos escucharlo con su voz de tinta. Atrás quedan 87 años de amor a la literatura, de entrega a la palabra y a la verdad, de una dedicación enfermiza al verbo, de un apasionado romance con una vieja Olivetti que hace veinticuatro horas vivió su desenlace, el triste y repetido final que siempre nos depara la vida.

Muere José, pero nos deja muchas cosas. A todos, Caínes, Abeles, Magdalenas, ciegos o lúcidos, nos lega sus frases a borbotones, sus renglones superando furiosos las barreras torpes de los puntos y las comas, la humildad y la sabiduría de quien pretendió vivir fuera de los focos y dentro de las mentes, recluido hasta el final en ese Lanzarote atrayente y calmado, en ese refugio que era, al fin, una metáfora de él mismo.

Veinticuatro horas después, llega la hora del réquiem, y más que un lamento triste,conviene una satisfacción alegre. Y es que a mano, escondida en cualquier estantería, nos esperará para siempre su voz sabia, su enseñanza eterna.

Descanse en paz.

lunes, 14 de junio de 2010

El espejo deformado: Cádiz y su "sonrisa"


Sucede a menudo que una mentira mil veces contada se convierte en una verdad, y que la ignorancia, esa sorda con los ojos cerrados, contribuye bastante a que esa mentira se crea. Si juntamos ambos ingredientes, estupidez y falsedad, nos saldrá un cóctel letal, un brevaje que seguramente nos explote en las manos. Algo así sucede con los tópicos. En el caso que nos ocupa, sabemos de sobra a qué sabe el fruto de esa coctelera. A Cádiz se asocian conceptos injustos o cuanto menos parciales, como la indolencia, la gracia forzada, la "flojera", la falsedad y la simpleza. Reducidos a ese cliché, intentando huir de él, la inmensa mayoría de las 130.000 personas que poblamos esta ciudad y los exiliados que la añoran, aguantamos estoicos la palmadita en la espalda, la caricia en el cogote y la sonrisa gratuita y altanera que todos nos dedican. Porque no se engañen, para muchos, eso somos: payasos a los que prestar la conmiseración con la que se observa a un mono de circo.


Siendo esto así, urgiría separarnos de esta imagen, de tan dudoso beneficio, y empezar a vendernos como otra cosa que seguramente somos: una ciudad inquieta, imaginativa, que se rebela contra el olvido administrativo y fomenta, con dos duros y muchos cojones, lo que las chaquetas de despacho nos deniegan. Podríamos hablar de las plataformas ciudadanas, las iniciativas culturales, la capacidad organizativa, de nuestra historia, de nuestra importancia monumental, de nuestro peso turístico, de nuestra tradición comercial, de nuestra Universidad, de nuestras Academias. Pero sucede que no, que nos refugiamos en una esquina pestilente desde la que rogar, con voz de pena, que nos tiren monedas en el sombrero.


Y así nos va, claro. Uno, sin embargo, no pierde la esperanza, y anestesiado con la droga del 12, aguarda siempre el empujón definitivo, la propaganda útil y aniquiladora de clichés. Pero nunca llega. Y al sintonizar Canal Sur, deseoso de ver la imagen que se proyectaría de su ciudad en el programa "Aquí estamos" tiene muchas ganas de poner los puntos sobre las íes tal y como acaba la emisión. Porque cuando la Administración fomenta durante un programa de una hora la misma estúpida caricatura de siempre, con la ciudad resumida en su equipo de fútbol, la "gracia" de sus gentes y un Carnaval mal entendido y de lenguas cortadas, uno se pregunta en qué piensan quienes manejan nuestro impuestos, y qué futuro aguarda a un lugar destinado a ser para siempre el caricato imbécil del resto del Estado.


Pero nunca pasa nada. Y mientras unos y otros compiten en estupidez -ese "Aquí estamos" socialista contra aquel "Cádiz que sonríe" popular- la casa sigue sin barrer y nosotros aguantamos lo de siempre, con caras de cómicos acabados y pose resignada. Es ésa nuestra imagen en el espejo deformado, en la mentira repetida de quienes nos dirigen, curiosamente ninguno de ellos gaditano.


Sonrían a la cámara.




Medussa Bar

Hablar del Medussa conlleva recordar tiempos mejores, añorar los ambientazos de la época "botellonera", refugiarse en la memoria de un tiempo cercano en el que Cádiz era una ciudad más viva, y su noche estaba más despierta que nunca. Ahora, que la "marcha" está más allá del Puente Carranza y que la madrugada la pueblan, -en exclusividad y a partes iguales-, Erasmus al borde del coma y angangos con brillantitos de gala, hablar del Medussa es lamentar que las buenas iniciativas se premien tan poco en esta ciudad, y agradecer al mismo tiempo que las puertas del local estén aún abiertas para quien quiera deleitarse con James Brown, Funkadelic, Sly & the Family Stone o con otros tantos nombres del Glam, el Ska, el Rockabilly o el sonido Mod.

De la mano de algunos de los mejores pinchadiscos de Cádiz, cualquier noche es buena para dejarse caer por allí y escapar de ecos bisbaleros, músicas de molde y porteros con ínfulas de inquisidores. Terminando la breve semblanza, dos detalles más: la extraordinaria calidad de los "flyers" del Medussa -algo generalmente poco cuidado por aquí- y sus cuidadas exposiciones fotográficas, por las que ya han desfilados nombres consagrados como el de Nacho Fando.

Así que ya saben, si son nativos o se dejan caer por estos lares, busquen el resplandor verde y rojo del Medussa. Se/ me lo agradecerá.

viernes, 4 de junio de 2010




Tribulaciones de La Maga


"¿Encontraría a La Maga?" En el París de las noches con sones de jazz, de los caminos inescrutables, de los escritores malditos y de los cónclaves del club de la serpiente, ese "hijo de puta encantador" que es Horacio Oliveira deambula por sus calles buscando a La Maga. Lo hace sin citas previas, tentando al azar, convencido de que un encuentro casual era "lo menos casual" de sus vidas, y que "la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo del dentífrico".


Y es que La Maga sólo sabe convivir con la libertad, y sólo se alimenta de ella. Alquimista de su vida, modela los momentos con su mirada infinita, con la mente abierta de quien sabe descubrir, más allá de este mundo, miles de mundos distintos; y tras el mínimo detalle, una infinita gama de matices. La Maga es bruja, libertaria, poeta, un poco demente, a veces insoportable. La Maga ama en gíglico, "esplumándose" y relamiendo "incopelusas". Es excéntrica, única, genial. Es el polo positivo que hace de imán para Oliveira.


En un París repleto de charcos, de corrientes de humo apareciendo tras las esquinas, en una casa caliente en la que suena Bessie Smith, La Maga acuna el pulso de sus manos mientras escribe a Rocamadour, a su "dientecito de ajo", a su "nariz de azúcar". Son los días de la Rayuela, de los saltos imposibles entre el cielo y la tierra, de la distancia abismal entre la realidad de ellos y los sueños de nosotros.


Mientras que en París sucede esto, yo asomo por la ventana de alguna casa de Tombe Issoire y observo con mis lentes de tinta. Mientras que Oliveira fuma y Gregorovius habla de su remota mamá, yo los escucho, y el calor de su habitación es el calor de la mía, y todo está bien, pero me falta La Maga.


Pienso entonces en lo bien que me viene tener este libro a mano para ser alguien más en el Club de la Serpiente, para infiltrarme en silencio en un mundo con tacto de celulosa que me pertenece, en un universo remoto donde me gustaría tener mi lugar. Y mientras eso pasa, y el calor se filtra entre las rendijas de mi persiana, le agradezco tanto a Julio...


Y de nuevo la pregunta, y volver a empezar: "¿Encontraría a La Maga"?


martes, 1 de junio de 2010

Crónicas del FILE




A falta de un recinto cerrado en condiciones, la Plaza de San Antonio fue de nuevo el escenario para el último evento gratuito de Cádiz, para la última oportunidad de congregar, en amor y compaña, a una concurrencia formada equitativamente por turistas despistados, pandillas de preadolescentes, señoras desocupadas y una inmensa minoría de espectadores verdaderamente interesados en lo que ocurría en el escenario. El cartel de la segunda edición del FILE (Festival Internacional por la Libertad de Expresión) suponía una apuesta por lo étnico, por la fusión, por estilos de música aparentemente alejados de los mantos de la radiofórmula. Un interesante giro con el que contrarrestar el protagonismo en la primera edición de los buclistas Jarabe de Palo, tan cómodamente instalados en su particular día de la marmota.


La apuesta, como decimos, fue interesante, pero en algunos casos el resultado dejó mucho que desear. En la primera jornada, la cosa se solventó con la presencia inmensa de Salif Keita, el genio de la improvisación, el nombre maldito -étnica y musicalmente- de África. Este genial albino desgranó en Cádiz sones casi caribeños, resonancias tribales y un gusto afiladísimo por las melodías hipnóticas y opacas. De lo demás, poco que comentar. Músicos de relleno, animados, cumplidores, pero definitivamente olvidables.




El plato fuerte, sin embargo, estaba previsto para el segundo día. Para entonces, como broche y cierre del festival, actuarían La Shica y ElBicho, o lo que es lo mismo, la noche y el día, el Eros y el Tanatos, el cutrerío y la genialidad. Todo en un mismo escenario. Porque si algo dejó La Shica en Cádiz, con su pretenciosidad de mujer maldita, su pose seudoaflamencada y su gitaneo cutre y de importación, fue la opinión generalizada de que dos más dos a veces no son cuatro, y que las sumas hechas mal y sinsentido acaban por restar.




Afortunadamente, como una especie de petición de perdón, la organización había reservado el último lugar en la parrilla de salida a Elbicho, uno de los grupos que más inteligentemente fusionan, o, quizá, uno de los pocos grupos que verdaderemente lo hacen. Lo que demostraron en san Antonio, en el que fue uno de sus últimos conciertos antes de un merecido descanso, fue un alarde de "savoir-faire", de hacer las cosas con cabeza, conocimiento y personalidad.

Con una libertad sin corchetes ni poses impostadas, el grupo desgranó un repertorio de sobra conocido, pero aderezado con ecos de Led Zeppelin, de música del Oeste y de todo lo que buenamente les pareció. Todo para culminar un concierto que justificó las penalidades anteriores, inclusive el mal sabor de boca que había dejado al personal la embajadora del seudoflamenco mesetario.

En resumen: los buenos fueron buenos, y los malos, como suele ocurrir, nefastos. En medio queda el éxito de público y la aportación a una escena musical que, con sus errores y aciertos, sigue enriqueciéndose. Algún día, divinidades mediantes, igual nos reunimos en un Palacio de los Deportes y dejamos dormir a los vecinos.
Habrá que esperar al 2112...